ENREDADOS ...
miércoles, enero 31, 2007
  Estrictamente personal
Raymundo Riva Palacio
31 de enero de 2007

Contraataque

Manuel Espino no es un político obtuso, sino un ideólogo que quiere evitar que la extrema derecha, que llegó al poder con Fox, lo pierda con Calderón

L a Bête Noir está herida. Enfurecida. La jugada para hacer regresar al escenario político al hombre que más polaridad genera, Vicente Fox, fue neutralizada: una llamada directa de la Secretaría de Gobernación al ex presidente lo disuadió de acudir al acto central de los partidos de derecha reaccionaria latinoamericanos el viernes pasado, quien tuvo que hacer una nada graciosa retirada. La otra jugada para mantener el control del partido también fracasó: la elección para la conducción del PAN en el DF, puesta a votación el sábado pasado, fue ganada por la candidata de Los Pinos por una diferencia que inclusive rebasó, por mucho, la apretada victoria que esperaban los hombres del presidente Felipe Calderón.

Manuel Espino tuvo, en la pasada, una muy mala semana. Las veces que se puso los guantes para enfrentar al presidente Calderón le pusieron los ojos morados. Sus cercanos exudaban ira y Espino, que no por primitivo deja de ser inteligente, se la guardó unos días. En la víspera de la llegada de Calderón a una visita de Estado a España, concedió una entrevista a La Razón, un periódico madrileño de pensamiento retrógrado, en la cual acusó al presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, de tener una "actitud tolerante frente al terrorismo, pretendiendo dialogar con el crimen organizado".

La confusión de Espino, deliberada o no, es irrelevante. En este caso, equiparar a ETA -un movimiento separatista vasco que fue degradando su lucha militar hasta que su estrategia terrorista se salió de todo encuadre político- con la delincuencia organizada dañó el arranque de la visita a Madrid. No se puede pensar que Espino sea meramente un inepto. Al atacar a Rodríguez Zapatero, quien derrotó a los aliados políticos del PAN de Espino, el Partido Popular, y a José María Aznar -a quien imprudentemente invitó a México durante la campaña presidencial-, y que criticó sistemáticamente a Andrés Manuel López Obrador por negarse a aceptar su derrota el 2 de julio, contribuyendo a la legitimidad del actual mandatario mexicano, comete el dirigente del partido un acto de traición política.

Si no alcanzan sus actos la calificación de sabotaje a la visita, sí colocó en una situación comprometida al presidente Calderón, cuya oficina fue obligada a emitir un comunicado deslindándose de las declaraciones de Espino. La maquinaria bajo su control está reiniciando su trabajo de martilleo contra el gobierno panista y perfila los niveles incluso de una reconstrucción conceptual del propio partido. "No es el partido en el poder", declaró recientemente el secretario general adjunto del PAN Carlos Abascal del gobierno de Calderón, "sino que es un gobierno que emanó del PAN". En la frase no hay sólo un juego semántico, sino un nuevo trazo en la definición del partido, en los términos como lo concibe Espino. De hecho, en las palabras de Abascal y la forma como se comporta Espino hay una negación del gobierno de Calderón como algo propio, cercano y orgánico, así como un intento por poner distancia. Esto no sucedió en el gobierno de Vicente Fox, donde el PAN y la Presidencia foxista actuaban como tándem.

La explicación es muy sencilla. En el sexenio foxista ellos gobernaban por encima de un títere que cumplía la función constitucional del nombramiento. En términos llanos, hay una disputa real por el poder.
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lunes, enero 22, 2007
  Estrictamente personal
Publicado en El Universal
Raymundo Riva Palacio
22 de enero de 2007

El enemigo azul

Felipe Calderón, quien enfrenta a varios enemigos políticos, no tiene ante sí a nadie más agresivo y sin escrúpulos que al presidente del PAN

Manuel Espino, el presidente nacional del PAN, es un huracán que arrastra todo a su paso. Este viernes, durante una reunión en México de la Organización Democristiana Americana, de la cual fue ungido recientemente su líder, llevará invitado a Vicente Fox, cuyo gobierno ha generado bastantes lastres colaterales a la administración de Felipe Calderón dentro y fuera del país. A Espino le importa un comino todo esto. Apenas hace unos días, como si el foxismo no fuera un fierro caliente que decididamente Calderón trata de enfriar, incorporó a las élites del partido a tres ex secretarios de Estado, Carlos Abascal, Luis Ernesto Derbez y Pedro Cerisola, en una señal clara que lo que piense el Presidente también le importa un bledo.

Espino se ha convertido en el más aguerrido opositor del presidente Calderón, el más consistente en sus ataques y el más acertado en sus aguijonazos. Si siguieran su ejemplo los partidos que no están en el poder, algo podrían aprender de cómo dañar al Presidente. La ética política no está de su lado; menos aún la disciplina de partido. Sólo muestra su incomodidad porque Calderón le ganó en la contienda presidencial. Espino jugó con Fox y con el candidato de Los Pinos, Santiago Creel, y perdió la candidatura de un PAN. Durante la campaña presidencial trabajó en contra de Calderón, quien se la pasaba tejiendo acuerdos para que Espino llegara por las noches a destejerlos. La contracampaña de Espino le costó cuando menos, de acuerdo con cercanos de Calderón, unos tres puntos en la votación presidencial, que generó la pequeña diferencia ante Andrés Manuel López Obrador y el sustento para que la campaña postelectoral fuera aún más difícil y polarizante. Espino tampoco estuvo ahí para ayudarle. Con todo el Comité Ejecutivo Nacional se fue a España durante más de un mes, justo después del 2 de julio.

El último episodio de Espino tuvo como escenario Yucatán. Su gente de confianza, quien lo presentó y cabildeó por él cuando se lanzó por la presidencia del PAN, Ana Rosa Payán, renunció al partido la semana pasada después de haber perdido el proceso interno para la gubernatura de su estado, y acusó al gobernador Patricio Patrón -cercano de Calderón- de haber manipulado la contienda para imponer a su candidato. Y como se ha vuelto ya norma en la política mexicana donde los perdedores no aceptan la derrota, se fue a buscar la candidatura por otro instituto. Rápidamente, el PRD, en sus conocidas tácticas sin escrúpulos por conquistas electorales, le ofreció la candidatura. Payán no está sola; Espino está con ella. Escatológica forma de hacer política la del presidente del PAN. Como el Presidente no fue de él, le juega las contras, aun si esto significa que haga alianzas con el partido némesis de Calderón, el PRD.

Espino es el enemigo azul. Acecha a Calderón y lo hostiga en forma permanente. Lo reta y desafía frontalmente. "Espino no quiere aceptar que perdió con Calderón", dijo un cercano al Presidente, "que su candidato y el de Fox perdió y que no tiene la Presidencia". La molestia crece dentro del gobierno federal en contra de Espino, quien no las trae del todo consigo. Hasta el momento no le han hecho extrañamiento alguno ni se ha pasado a revisión su paso como dirigente nacional del partido. Las cuentas no son buenas. Más allá de los magros resultados electorales que dio el presidente del PAN, este partido se encuentra, como ninguno otro, en un profundo conflicto interno. No se trata de la pugna por el poder, como sucede en el PRD y el PRI, sino de que sus cuadros por todo el país están mostrando la descomposición que los lleva a matarse unos contra otros o a vivir en los límites del crimen organizado. Espino ha sido incapaz de meter orden a un partido que se le ha venido desbordando.

El último caso de descomposición total se dio en Guerrero, con el asesinato a principio de año del diputado local Jorge Bajos, presumiblemente ejecutado por panistas. Informaciones frescas sobre los posibles motivos del crimen se enfocan a las investigaciones que había iniciado Bajos en contra de panistas guerrerenses por supuestos chantajes y actos de corrupción. En el origen de estos conflictos, sin embargo, está la falta de conducción política de Espino. Bajos nunca fue panista, pero sí hombre muy cercano al actual gobernador Zeferino Torreblanca, quien al no poder meterlo en las listas del PRD como diputado local, lo metió en las del PAN. Al ganar lo hizo presidente de la Comisión de Presupuesto, a fin de manejar los dineros en el Congreso local. Espino dejó pasar esta película en cámara lenta hasta que se convirtió en una justificación para los instintos más bajos.

Espino, que se fue esta semana a Yucatán, no se ha parado en Guerrero. Tampoco se paró en Sinaloa cuando en mayo de 2005 el diputado panista Saúl Rubio fue ejecutado cuando transitaba por la carretera a Guasave. El ex diputado andaba en pasos, cuando menos, cuestionables. Saltó a la fama nacional en 2004 cuando en plena campaña por la gubernatura de Sinaloa acudió al funeral de Miguel Ángel Beltrán, El Ceja Güera, lugarteniente de Joaquín El Chapo Guzmán y uno de los hombres más sanguinarios del cártel de Sinaloa. Espino no dijo nada sobre esa relación extraña de su diputado. En las investigaciones, uno de los declarantes fue el presidente municipal de Sinaloa de Leyva, Wilfredo Veliz, también panista. Espino tampoco dijo nada. El crimen organizado se ha asomado al partido de manera violenta en la gestión de Espino. En noviembre pasado otro diputado panista, David Figueroa, sufrió un atentado en la carretera de Toluca, del cual salió con vida, al igual que su padre, quien meses antes en Agua Prieta, Sonora, de donde el legislador había sido presidente municipal, también sufrió un atentado. Agua Prieta es uno de los campos de batalla de los cárteles de la droga. Espino volvió a callar.

El PAN está dividido y sus facciones luchando agresivamente. El caso más llamativo se dio a principio de año, cuando el Comité Directivo del PAN en Aguascalientes inició un proceso para expulsar del partido a su gobernador, Luis Armando Reynoso, por "violaciones a la doctrina" y los estatutos. Insólito: el PAN queriendo destituir a su gobernador. Lejos de mediar, Espino mandó al secretario de Acción Electoral del partido a señalar que si se comprueban las imputaciones expulsarán a Reynoso. Aguascalientes, Guerrero y Yucatán están en efervescencia política. En el Distrito Federal también hay una competencia fratricida entre dos candidatos a dirigir el partido, un espinista y una calderonista. Son demasiados flancos abiertos en demasiado poco tiempo para el partido en el poder, sobre todo si está claro que es consecuencia de la agresión sistemática del presidente del PAN en contra del Presidente de la República. Pero ya nada es extraño. La política mexicana está hecha de ardidos, no de profesionales.

rriva@eluniversal.com.mx

r_rivapalacio@yahoo.com
 
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